viernes, 7 de septiembre de 2018

Pobre mercenario. ¿Por qué Uruguay retira sus tropas de Haití?

Los uruguayos participamos con 13 a 15 % de nuestras FFAA en las misiones de Paz. Llevamos años y años, siempre estamos en los lugares que nos asignan, sin embargo donde se decide y reparten los recursos no existimos ni para servir el café. Presidente uruguayo José Mujica, Asamblea de la ONU, 25/09/13

La participación de Uruguay en “Misiones de Paz” de Naciones Unidas, policía global para el mantenimiento del orden planetario capitalista, muestra hoy profundas contradicciones.

En la MINUSTAH, contingente militar para la “estabilización de Haití” que lleva casi diez años y del cual Mujica anuncia ahora el retiro, la columna vertebral son los países latinoamericanos (que debemos al pueblo haitiano el ejemplo y empuje inicial de nuestra vida independiente). Sacando a Uruguay, despliegan 10 efectivos por millón de habitantes. Uruguay, en cambio, tiene 234 por millón.

I. Misiones de mantenimiento del orden imperial capitalista

Las “misiones de paz” comenzaron como pequeños contingentes (casi sin armas) para preservar y vigilar el cumplimiento de acuerdos previos de paz o armisticio alcanzados por contendientes en conflictos bélicos. Tal el armisticio de 1948 entre Israel y los árabes o el la paz India-Paquistán donde participa por primera vez Uruguay, de 1952 hasta hoy.

Gradualmente pasan a ser pesadas intervenciones armadas. La primera es en el Congo, 20 mil hombres en 1960, y aparece la condición de “biombo colonialista” que denunció Patricio Lumumba, asesinado días después. Esa guerra sigue hasta hoy, cobró millones de vidas. La ONU es tan cómplice como el primer día.

Una pequeña parte de las “misiones” son esas fuerzas de vigilancia, neutrales entre bandos beligerantes.

Pero la gran mayoría son fuerzas combatientes a favor de uno de los bandos (Congo o Malí, por ejemplo), no son neutrales ni buscan la paz sino el sometimiento.

Haití es un caso especial: no hay conflicto armado ni lo hubo, Se usó esa posibilidad como excusa, no ha ocurrido en diez años. Es una intervención de control y contención de un conflicto político y social por vía militar.

Lo que buscan las ”misiones” no es la paz, sino mantener el orden imperial en los puntos de disturbio de la periferia capitalista.

Han modelado su propia “legitimidad” acomodando el Derecho Internacional a las circunstancias. Por ejemplo, para eludir su responsabilidad en la epidemia del cólera en Haití la ONU recurre a convenios internacionales de inmunidad hechos para otra cosa.

La ONU aligera así el esfuerzo militar sobredimensionado de las potencias imperialistas, en primer lugar EEUU, y da legalidad a la guerra permanente de mantenimiento del orden mundial.

El sistema capitalista atraviesa hoy una crisis de hegemonía con una redistribución conflictiva del poder, y la transición hacia un “imperialismo colectivo”. Para compensar su retroceso, los yanquis sacan ventaja de su superioridad militar llevando al mundo al borde de la guerra a cada momento.
 

 Los puntos más conflictivos son los supuestos “Estados fallidos” en la periferia, donde la explotación llega al grado de socavar la base del Estado capitalista como dispositivo de control semi-autónomo. Impuesto el orden, se delega su mantenimiento a países periféricos que tienen ese “orden para exportar”.

II. El país tapón

La idea de imposibilidad de existencia de Uruguay como nación separada, su condición de enclave colonial solo redimible en la integración en un proyecto de emancipación continental, viene de lo más destacado de nuestra tradición intelectual de izquierda (Carlos Quijano, Roberto Ares Pons, Carlos Real de Azúa, etc.) y es parte de nuestra cultura de masas.

Pero entre los voceros políticos e intelectuales de la clase dominante domina un chauvinismo provinciano. La “identidad nacional” es una ilusión de nacionalismo que encubre la colonización ideológica y cultural.

La derrota del proyecto artiguista deja un país vulnerable en que se establece un Estado pero no una nación. La debilidad relativa de la clase dominante frente a sus vecinas la hace inclinarse ante los centros imperiales de turno para socavar toda resistencia regional aunque sean simples regateos dentro del orden capitalista. Cuanto más pro-imperialista es una corriente política más “nacionalista” es su discurso.

El uruguayo es el más disciplinado vasallo, esto sigue siendo “políticamente correcto” para el gobierno actual, en especial para el sector astorista.

Antes del desplazamiento del imperialismo británico por el, Uruguay semi-colonia inglesa era fuente de materias primas para la metrópolis industrial. Pero EEUU se provee por sí de los mismos productos que Uruguay exporta. La importancia del Uruguay semi-colonia yanqui es más de “proveedor de política”, porque no tiene mucho más para vender que difiera de lo que venden otros en la región.

El envoltorio democrático e ilustrado uruguayo sirve a la política pro-imperialista subyacente bajo ese pseudo-nacionalismo. Y cuando debe incluir la colaboración militar, aparece la participación en “misiones de paz”.

Pero esta condición estratégica no explica el peso desproporcionado de la participación.

III. El reciclaje del aparato militar

El desproporcionado aparato militar uruguayo aparece con el batllismo como disuasorio ante los medios rurales desconformes, luego frente a la creciente inquietud obrera del país que se moderniza. Y complementa el colchón amortiguador absorbiendo parte de la pobreza rural. Esto acompaña su inutilidad para la defensa territorial: sirve para otra cosa.

A la salida de las dictaduras militares en el continente los gobiernos burgueses liberales debieron hacerse cargo del reciclaje de los aparatos militares. Disminuirlos drásticamente no era opción para las clases dominantes, y las reestructuras inevitables despertaban resistencias peligrosas. La internacionalización militar parcial fue una solución de compromiso en todo el continente.

La dimensión del problema en Uruguay ha expandido también esta solución de compromiso. El reciclaje del aparato armado por transnacionalización, compartiendo el recurso entre dos clientes (el Estado y la ONU), costos, mantenimiento, formación, etc., es una novedad de los últimos tiempos.

Involucra un 40% del personal contando la preparación de relevos, la recuperación de los que vuelven y la logística; y más aun en recursos materiales, compra de armamentos y equipos.

Esto ya demuestra la inutilidad asumida del aparato armado en la defensa territorial. ¿Qué país preocupado por su defensa comprometería la mitad de su fuerza haciéndola no disponible en el corto plazo, dependiente de estructuras y mandos extranjeros incluso para los sueldos de sus soldados?

Pensemos lo complicado que es para la selección uruguaya de fútbol repatriar jugadores desparramados por el mundo cuando los necesita para un evento internacional.

Esto no tiene nada de defensa. Es un servicio político que el Estado presta al sistema de dominación mundial.
 

IV – La izquierda en el gobierno

Para llegar al gobierno el Frete Aamplio debió pactar con los militares el mantenimiento de la impunidad de los crímenes de la dictadura, y otros temas.




Haití estaba en el paquete. Quedó demostrado por el “síndrome de la mano extraña” (“del Dr. Strangelove”), la “mano de yeso” (voto parlamentario forzado por disciplina) en 2005 al aprobarse el nuevo envío de tropas a Haití, girando 180 grados el Frente ahora en el gobierno respecto a la que había sostenido unos meses antes en la oposición, y provocando la renuncia del diputado Guillermo Chiffet que se negó a votar. Fue la política militar la que dictó la política internacional, el “brazo” comandó la “cabeza”.
 

El gobierno del FA no puede prescindir del aparato militar porque es el depósito de garantía de alquiler que debe cubrir como arrendatario (y recién llegado) del lugar que ocupa, propiedad de la clase dominante. Mujica lo dijo expresamente: “¿Cuál es la última garantía en una sociedad...? ... que sus cuerpos armados, en los grandes momentos de tensión, cuiden y respeten... ". Audición radial,14/04/2010.

El gobierno de Mujica dio gran importancia a la política hacia el aparato armado y multiplicó los compromisos; generó así la posibilidad de “exigir contrapartidas” que otros gobiernos burgueses antes no tuvieron.

Una vez comprometida esa onerosa garantía hay que mantenerla y amortizarla. Hacerla rendir en un negocio secundario, financiar compras y adiestramiento, obtener rédito político por un servicio y propinas para oficiales y tropa, era la idea. Pero el negocio no salió bien.

V – El retiro de Haití

El retiro de Uruguay de Haití se debe ante todo a la lucha del pueblo haitiano, Entra en crisis la intervención en Haití antes que otras.

La formación social haitiana es más moderna que otras comunidades agredidas, como los países africanos. Su revolución de esclavos marca toda su historia. Tiene vínculos estrechos con los países más desarrollados que lo rodean, y en especial con Cuba, desde siempre. Y tiene dos siglos de vida política independiente. Todo esto hace que “el espejo haitiano” sea para los dos lados, América Latina se ve en Haití y Haití en América Latina.

Pero ¿por qué se va Uruguay antes?

La idea de ir del estado tapón al “estado puente” no se le ocurrió a Mujica, la toma (patas arriba) de la misma tradición intelectual que retomamos acá. Las invariantes estructurales que hacen la política mercenaria, crean sus límites.

La pesada implicación del aparato militar en las “misiones” trae un acelerado desgaste: los costos son cada vez mayores y las ganancias menores. El “prestigio internacional” resultó enorme desprestigio por los vicios militares agravados por su condición mucho más parasitaria. Uruguay quedó expuesto en la vidriera haitiana.

Y está la resistencia del pueblo uruguayo, que no siendo intensa y abierta como en Haití, es “fuente de inspiración” de las disidencias en el aparato frenteamplista.

Una vez asumido, el retiro debe hacerlo Mujica despejando la cancha al próximo gobierno de Tabaré. Después sería más difícil porque es él quien puede manejar las tensiones con el aparato militar. Y frustrado en sus otras iniciativas, necesita irse con algún galardón de izquierda.

El subsecretario de Defensa dice ahora que existen “cosas más importantes que lo económico... [o] satisfacción salarial...[en] a una Misión de Paz”. Yendo a la guerra con objetivos tan mezquinos como fueron -esta negativa cínica lo admite tácitamente o el tema ni se mencionaría- no se podía esperar otro resultado.

El retiro de Haití es una medida de prudencia antes que sobrevengan males mayores. Un repliegue impuesto por el sector más lúcido de la burocracia frentista venciendo resistencias internas.

VI – El sub-imperio y su portavoz.

El proyecto sub-imperial de Brasil también es de larga data. La participación de países latinoamericanos bajo su comando es un intento de organizar el orden imperial recurriendo a un sub-imperio, busca disfrazar la ocupación como “ayuda” al delegar el mantenimiento del orden a países más parecidos al que ha sido ocupado. Hace posible una continuidad e Instala una jerarquía que atenúa la contradicción del centro con su periferia cercana y es mediadora con el resto.

Es parte del reordenamiento general del imperio, y su crisis muestra el desarrollo de esas contradicciones. Los sub-imperios has sido siempre estrategia de los imperios pero también fuente de problemas.

Brasil fue por lana y volvió trasquilado, en vez de un sillón permanente en el Consejo de Seguridad cosecha espionaje.

Esa dinámica se parece al “bipartidismo imperialista” de alternancia de potencias en la periferia (Europa / EEUU). En Haití se montó el modelo, cuando afloraron las contradicciones EEUU impuso a dedo al títere Matelly. Pero su gobierno resultó desastroso, otro indicador de la decadencia de EEUU. Ahora Brasil pasa la factura.
 

Actuar como portavoz del malestar de Brasil es también expresión de la condición uruguaya de estado tapón-cuña-puente.

El canciller uruguayo Luis Almagro negocia con la ONU el retiro de tropas aduciendo que el gobierno de Matelly está dando un “autogolpe” al no convocar elecciones para renovar el Senado, y sin garantías democráticas Uruguay se retirará de la MINUSTAH. EEUU en cambio llama a “respetar al gobierno electo”.

Además de seguir interviniendo en la política haitiana, ambos planteos adolecen de lo mismo. ¿Y en 2004, gobierno electo de Aristide, donde estuvo esa preocupación por la democracia? La diferencia es que ahora Almagro reconoce el fracaso de la intervención de diez años.

Más allá de algunos cabos sueltos el retiro de las tropas uruguayas de Haití es un hecho.

De Haití. Porque ahora aparece la preocupación por encontrar otros destinos a las tropas, borrando con el codo lo de que no importa el dinero. Y se confirma que la política mercenaria responde causas estructurales. Los problemas que ahora se difieren, volverán.